Montesinos, José Luis

La historia de siempre

Conocí a José Luis Montesinos en una fiesta de cumpleaños, y pronto vi en él a un individuo con una gran necesidad de compartir anhelos, historias e iniciativas. Un año más tarde, aterricé en un rodaje que tendría que retratar en un making of: era Fest, el tercer cortometraje de Montesinos. Fueron seis días muy duros, pero a través de mi pequeña cámara descubrí al director más todoterreno y sin tiempos muertos dentro del mundo del cortometraje que, hasta entonces, conocía. Un director capaz de levantar un cortometraje en el que la principal estrella dejaba a su propia suerte a todo un equipo de rodaje el primer día de trabajo. Una pequeña amistad fue labrada allí, y sus ansias de volver a crear rodeado de los suyos no mermaron un ápice, persiguiendo una nueva historia y animando a los demás a llevar a cabo las suyas. Charlas y cervezas se cruzaron, y tuve la oportunidad de conocer más a fondo a una persona generosa y espartanamente fiel a sus creencias e influencias culturales. Pero no fue hasta al cabo de otros dos años, que ese anhelo tuvo su explosión con la historia de un hombre que entra en un bus hablando con un móvil. La familia se volvió a reunir y yo me estrené como director de producción para un cortometraje que me brindó la oportunidad de ver en primerísima primera fila el esfuerzo, la ilusión y la iniciativa de un director loco por sus historias y sus personajes. Pertinaz y obsesivo hasta el punto de proponer planes de rodajes imposibles con tal de elevar a cualquier espectador a un clímax merecido. Y todo el mundo respondió a la llamada, cual mágico aniversario se tratara, porque sabían que era real. Era Monty el que gritaba “¡acción!”.